Apologetica Catolica

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LA VIRGINIDAD DE MARIA A LA LUZ DE LA BIBLIA
 
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
 
“La dignidad de la virginidad, comenzó con la Madre del Señor”
San Agustín.
I. LA PROFECIA
 
Un hecho en común entre la Iglesia Católica  y las demás confesiones cristianas, es en afirmar según  la revelación sagrada que la madre del Hijo de Dios, sería una “doncella virgen” (Isaías 7,14; Mateo 1,22-23).
 
II. EL NOVIAZGO Y EL MATRIMONIO EN LA CULTURA JUDIA
 
El noviazgo en hebreo se llama “Kiddushim”, era el compromiso previo antes del matrimonio, este era hecho por un juramento de los contrayentes ante dos testigos, acompañados de parientes y amigos. El novio ofrecía al padre de la novia o al tutor, si ésta era huérfana, un anillo u otro regalo para ella, en señal de gratitud y predilección. Dicho pacto era reconocido como un matrimonio legal. Los novios tenían plazo de un año para empezar a vivir juntos, la futura esposa  conservaba hasta el día de la boda el calificativo de virgen. Si durante el transcurso del noviazgo nacía un hijo, era considerado legítimo.
 
El convenio era tan serio que si finalmente no se producía el enlace porque el novio cambiaba de idea o alguna otra razón de peso, la joven tenía que obtener un certificado de divorcio para poder casarse con otra persona. De hecho, si el novio de una mujer comprometía moría antes de la boda, a ella se la consideraba como viuda.
 
Los novios se veían muy poco y se comunicaban por medio de un amigo del futuro esposo. En el tiempo señalado para la boda, el esposo, hacia el atardecer, debía ir acompañado de diez jóvenes a casa de la esposa y ella lo esperaba rodeada de diez vírgenes; apenas lo veía de lejos encendía las lámparas, se formaba un cortejo con el sonido de flautas y tambores hasta la casa del esposo, donde se hacía la gran fiesta nupcial. Con esta ceremonia, el matrimonio era constituido válido bajo la ley mosaica. Para esta celebración también participaban los familiares, parientes y amigos de la pareja.

III. EL MATRIMONIO CON JOSE
 
En los designios del Altísimo era necesario que la madre del Salvador, tuviera un apoyo moral, económico y de protección en la crianza de su hijo. Este matrimonio sería completamente consagrado al servicio divino, así lo podemos anotar en los siguientes pasajes bíblicos:
 
Cuando el ángel San Gabriel le comunica a María que ella sería la madre del Emmanuel (Dios con nosotros), deja en claro su condición virginal (Lucas 1,34).
 
Cuando María se encontraba embarazada, José, su futuro marido como  hombre justo o santo, y a pesar de desconocer todavía que lo concebido en ella era fruto del Espíritu Santo; no quiso denunciarla públicamente por infidelidad a las autoridades religiosas, como mandaba la ley judaica (Deuteronomio 22,13-24; Matea 1,19; Juan 8,3-5).
 
Los protestantes  creen que José y María tuvieron relaciones maritales, ya que el evangelio de San Mateo (1,25); nos dice que “no vivieron como esposos hasta que ella dio a luz a su hijo”.  Sin embargo, a lo que se refiere el evangelista  es que el santo matrimonio compartió formalmente el mismo hogar, pues Antes cuando estaban comprometidos no vivían juntos (Mateo 1,18). Igual opinión tiene san Lucas, ya que en el viaje del santo matrimonio de Nazaret a Belén para el censo, nos dice: “Fue allá a inscribirse, junto con María, que estaba comprometida para casarse con él y se encontraba encinta” (2,5).
 
IV. JESUS: HIJO PRIMOGENITO
 
Causa confusión en  los hermanos separados cuando el evangelio de San Lucas, se menciona que “en Belén, le llegó a María, el tiempo de dar a luz. Y allí nació su primer hijo” (2,6-7); dando a entender que debió de haber tenido más hijos. No obstante, en el contexto bíblico el término “primogénito”, hace alusión que el primer hijo de un matrimonio judío quedaba consagrado a Dios (Éxodo 13,1-2.12; 34,19); y exigía la presentación del niño Jesús en el templo de Jerusalén (Lucas 2,22-23). Pero  El era ya el “Primogénito de Dios” (Hebreos 1,6). Asimismo, las Sagradas Escrituras  agregan que los “primogénitos” pueden ser “unigénitos” (1 Crónicas 23,17); de hecho, Cristo Jesús también es el “Unigénito de Dios” (Juan 3,16; 1,14). La palabra griega “Unigénito” puede definirse como “solo en su clase, o el único miembro de una familia o género”.

V.    LA INFANCIA DE JESUS:
 
Los dos únicos relatos que encontramos en el Nuevo Testamento de la infancia de Jesús, no nombran hermanos menores, así por ejemplo:
 
En el destierro de la sagrada familia a Egipto y después de la muerte del rey Herodes, un  ángel se le aparece en sueños a José ordenándole que regrese a Israel con María y el niño (Mateo 2,19-20). Ahora bien, se sabe con certeza que el Mesías nació en el año 747 de la fundación del imperio romano, siete años antes de nuestra era actual; y el rey Herodes el grande murió en la primavera del año 750, es decir, en el año 4 a.C. Por consiguiente, pasaron de tres a cuatro años; Tiempo más que suficiente para que José y María  hayan decidido tener alguno de los “cuatro hermanos” y otras “hermanas” del Señor (Mateo 13,55).
 
El evangelio de San Lucas (2,41-42), narra que “Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y así,  cuando Jesús cumplió doce años, fueron allá todos ellos”. Nótese Bien, que se dicen “todos ellos”, ¿Quiénes?, “Los padres de Jesús” y el mismo “Jesús”. Igualmente, la misma respuesta se saca cuando María después de tres días encuentra a su hijo perdido en el templo entre los doctores de la ley: “- Hijo mío, ¿por qué  nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia” (Lucas 2,48).
 
VI. EL TERMINO HERMANO EN LA BIBLIA
 
En el Antiguo Testamento que fue escrito en hebreo y arameo, no hay un vocablo para nombrar a los tíos, sobrinos, primos, cuñados o amigos; y es así como la palabra hebrea “aj” designa muchas  veces al pariente más cercano de una misma familia. Del mismo modo, los traductores griegos del Nuevo Testamento traducen el término semítico de “hermanos” (adélfos), en un sentido generalizado. Sobre este punto encontramos el caso de tíos y sobrinos como Abraham y Lot (Génesis 13,8; 14,16); Labán con Jacob (Génesis 29,13.15). Al igual que a los primos (1 Crónicas 23,21-22); a los que pertenecen a una misma nación (Génesis 16,12; Deuteronomio 2,4); a los miembros de una misma tribu (2 Reyes 19,12) o pueblo (Éxodo 2,11); a los que conforman la misma naturaleza humana (Mateo 5,22; Romanos 9,3; Hebreos 2,11); y a los que tienen un mismo Padre Celestial (Hechos 10,23; Romanos 8,17; Colosenses 1,2; 1 Juan 3,9-10).
 
 
VII. LOS HERMANOS DE JESUS
 
Solamente aparecen en la vida pública del Señor, y son llamados con nombres propios: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María  y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también Aquí, entre nosotros? (Marcos 6,3). Ahora bien, para tener una mejor comprensión sobre este tema es necesario estudiarlo detenidamente:
 
En ningún relato bíblico se afirma que los llamados “hermanos” y “hermanas”  del Señor, sean hijos de María. Tampoco se vuelve hacer mención en ningún otro pasaje del Nuevo Testamento, de las supuestas “hermanas” de Jesús.
 
En las bodas de Caná, se nombra a María como “la madre de Jesús” (Juan 2,1.3); y no “la madre de Jesús, Santiago, José, Judas, Simón y otras hermanas”, incluso, a la fiesta sólo fueron invitada a parte de María  a ”Jesús y sus discípulos” (2) y no a sus “hermanos”, quienes aparecen después en el viaje a Capernaum (12); lo que da a entender que los “discípulos” en ese momento, son más importantes  en la vida de Cristo, que los llamados “hermanos” suyos.
 
En la sinagoga de Nazaret, la gente solo reconoce al Mesías como “el hijo de José” (Lucas 4,22); y no “uno de los hijos de José”.  Del mismo modo, los judíos de la sinagoga de Capernaum  identifican al Divino Maestro como el único hijo de José y de María (Juan 6,42).
 
De estos cuatro hermanos, se sabe que “Santiago” el menor y “Judas” Tadeo pertenecían al grupo de los doce amigos del Señor. Sin embargo, se explica que “Santiago” era hijo de Alfeo (Mateo 10,3; Marcos 3,18) y “Judas” como hijo de Santiago (Lucas 6,16; Hechos 1,13).
 
En la introducción de la carta de Judas Tadeo (1,1), leemos: “Yo Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago”, haciendo una diferencia entre el uno y el otro (Véase también Juan 14,22). Además, en la epístola de Santiago (1,1) llamado como hermano del Señor, también se declara solamente como “Siervo de Dios y del Señor Jesucristo”.
 
 
 
En otro encuentro con su madre y sus hermanos, el Redentor nos exhorta a creer que “los que oyen el mensaje de Dios y lo ponen en práctica, ésos son mi madre y mis hermanos” (Lucas 8,21); hablando de una familia en un sentido “espiritual” y no de “sangre”. Porque “a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque  Dios los ha engendrado” (Juan 1,12-13). Y es por eso, que su Hijo es “el mayor entre muchos hermanos” (Romanos 8,29).
 
En la pasión del Santo de Dios en el monte Gólgota, se habla de un grupo de mujeres conformadas  por “María” la madre de Jesús, y “la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás (En arameo equivale al nombre de Alfeo)” (Juan 19,25). Esta es la otra “María la madre de Santiago el menor y de José”, que se encontraba también con “Salomé” (Marcos 15,40). Además de “María Magdalena” y “la madre de los hijos de Zebedeo” (Santiago el mayor y Juan) (Mateo 27,56).
 
Cristo utiliza el término “hermano” para dirigirse a los apóstoles, en la aparición a María Magdalena y a la otra María, el domingo de resurrección (Mateo 28,10; Juan 20,17),  y en el día del juicio final (Mateo 25,40). Incluso, San Pablo agrega que el Señor también se apareció “a más de quinientos hermanos” (1 Corintios 15,6; comparar con Mateo 23,8).
 
Después de la ascensión del Señor a los cielos, el libro de los Hechos dice que los apóstoles se reunían en el aposento alto “con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (1,13-14). No obstante, en el verso siguiente San Lucas aclara: “En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número)”. (15).  
 
En octubre de 2002, se dio a conocer el hallazgo de un osario judío, utilizado en los rituales funerarios de Jerusalén, del año 63 d.C., con una escritura en arameo que dice: “Jacobo, hijo de José, hermano de Jesús”. Para muchos fundamentalistas protestantes, esta era la prueba que demostraba que la virginidad de María era un mito. Ahora bien, tal descubrimiento plantea varios interrogantes:
 
Su autenticidad ha despertado varias dudas en muchos arqueólogos y paleógrafos.
 
Sí se llegara a demostrar que este “osario de caliza” corresponde a Jacobo (Santiago), esto sólo probaría su parentesco con Jesús De Nazaret. Pero ya se explicó el significado del término “hermano” en la lengua aramea antigua.
La Iglesia Ortodoxa piensa que Jacobo, pudo haber sido un hijo anterior a José.   Sin embargo, este argumento carece de respaldo bíblico.
La inscripción no menciona a María como madre de Jacobo.
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