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MARIA: MADRE DE LA IGLESIA
La fe católica enseña que la Virgen Santísima es madre de todos los creyentes, desde el momento que el Redentor en la cruz le encomendó el cuidado a Juan, el discípulo amado, quien “la recibió en su casa” (Juan 19,26-27); cosa que no fuera necesaria si El Señor hubiera tenido más hermanos carnales. Ella fue desde ese momento como nos asegura la tradición antigua el soporte espiritual de los apóstoles y discípulos de la naciente comunidad cristiana (Apocalipsis 12,17). TESTIMONIO DE LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA Para los Santos Padres y doctores de la Iglesia Católica, la “Virginidad de María” era una creencia común, así por ejemplo: - San Ignacio, obispo de Antioquía, martirizado en el año 107, repetía varias veces en sus escritos: “La virginidad de María quedó oculta al príncipe de este mundo, así como su parto, y también la muerte del Señor. Son estos tres misterios asombrosos los que se realizaron en el silencio de Dios”. - San Hipólito, sacerdote romano muerto por Cristo en el 235, escribe: “La virginidad de María es un hecho que el mundo no puede comprender, y que se ha cumplido en los designios de Dios”. - Orígenes, de Alejandría (+253), gran apologista, rechazaba las charlatanerías de un judío llamado Celso que negaba la virginidad de María. - San Efrén de Siria, hacia el año 333, decía: “Ella dio al mundo a su Hijo, pero permaneció siempre virgen…Tiene Ella las dos grandes cualidades: es Virgen y es Madre”. - San Atanasio, patriarca de Alejandría (+373), escribió: “María permaneció virgen hasta el fin”. - San Ambrosio, obispo de Milán (Italia), redactó en el año 377 una carta a su hermana religiosa en Roma, en lo que se ha llamado “El Retrato de la Virgen”, en la que agrega: “Quién más casta que la madre que ha traído a su Hijo al mundo permaneciendo virgen. Ella era virgen pero no-solo de cuerpo sino también de espíritu”. - San Basilio, obispo de Cesárea (+379), subraya: “Los amigos de Cristo no pueden aceptar que la madre del Señor haya perdido su virginidad”. - San Epifanio (+403), declara explícitamente: “Jesucristo fue engendrado por la siempre virgen San María por obra del Espíritu Santo”. - San Agustín, obispo de Hipona (+431), agregaba: “Jesús nació de madre intacta, pues concibió siendo virgen, siendo virgen dio a luz, y murió virgen”. - San Cirilo, obispo de Alejandría (+444), le da el título de “Corona de Virginidad”. - San Ildefonso (+667), obispo de Toledo (España), elaboró un famoso libro acerca de la virginidad de María. Se cuenta que Nuestra Señora se le apareció para felicitarlo y darle las gracias por haber hablado tan fervorosamente acerca de Ella y que le regaló un ornamento para celebrar la Santa Misa. Por esta razón, ha sido llamado como “El Capellán de la Virgen” o “Doctor de la Virginidad de María”. MARIA Y LOS PADRES DE LA REFORMA PROTESTANTE Los principales fudadores del protestantismo, se refirieron a María como la “siempre Virgen”. En los “Artículos de la Doctrina Cristiana”, que debía profesar los evangélicos, Martín Lutero escribe que Jesús nació de “María pura, santa y siempre Virgen”. Juan Calvino trató de ignorante a Elvidio (hereje del siglo V), porque afirmaba que María tuvo otros hijos. Ulrico Zwinglio enseñó: “María, como virgen pura, nos engendró al Hijo de Dios, y tanto en el parto, como después del parto se conservó siempre Virgen. Pura e íntegra”. El pastor protestante John Wesley, creador de la Iglesia Metodista, en su “Carta a un Católico”, agregó: “Creo que (Jesús) fue concebido por obra singular del Espíritu Santo, nacido de la bendita Virgen María, que tanto antes como después de darlo a luz, continuó Virgen inmaculada”. Con el tiempo fuero los “hijos rebeldes” de la Reforma Protestante que empezaron a negar esta verdad biblica. Tradición que se ha mantenido hasta nuestros días en todas las iglesias y sectas de esta denominación. MARIA EN LA IGLESIA CATOLICA AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. Los cuatro dogmas (creencias de fe) marianos, aceptados por la Iglesia Católica, son: a. La Inmaculada Concepción, “Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1,28). (Papa Pío IX, 1854). b. La Maternidad Divina, “¿Por qué se me concede esto a mí (Isabel), que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1,43). (Concilio de Efeso, 431). c. Su Virginidad Perpetua, “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1,23). (Concilio de Letrán 649). d. Su Asunción a los Cielos es Cuerpo Y Alma, “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Apocalipsis 12,1). (Papa Pío XII, 1950). Santa María La Mayor, es una de las cuatro iglesias principales de la ciudad de Roma. Llamada al principio Liberiana, porque identificaba con un antiguo templo pagano, en la cima del monte Esquilino, que el Papa Liberio adaptó como la primera Basílica dedicada a Nuestra Señora. Narra la leyenda que la Virgen se apareció en la noche del 5 de agosto del 352 al Papa Liberio y a un patricio romano, y los invitó a construir una iglesia en el lugar en donde hallarían nieve (agosto en Roma es un mes de mucho calor); al día siguiente por la mañana se encontró nieve en la colina mencionado anteriormente. En la mañana del 8 de diciembre de 1854, en la basílica de San Pedro del Vaticano, en el momento de la lectura de la Bula Ineffabilis Deus, que confirmaba como dogma de fe la Inmaculada Concepción de María; sobre el Papa Pío IX cayo un rayó de luz. Fenómeno sorprendente, porque en ese momento era la víspera del invierno, desde ninguna ventana de la basílica podía llegar un rayo de luz al ábside donde se encontraba el Romano Pontífice. El Vaticano ha revelado que se ha encontrado un manuscrito inédito en el que el Papa Pío XII narra que vio el sol rotar cuatro veces con ocasión de la proclamación del dogma de la Asunción. El Romano Pontífice recuerda que el 30 de octubre de 1950, mientras paseaba en los jardines vaticanos, asistió al mismo fenómeno que se verificó en 1917, al final de las apariciones de Fátima, y lo consideró una confirmación celeste de cuanto estaba por realizar. El Papa atestigua haber presenciado al mismo hecho “el 31 de octubre y el 1 de noviembre, día de la definición del dogma de la Asunción, después otra vez el 8 de noviembre. Luego ya no más”. El Pontífice habló de lo sucedido con algunos cardenales y unos pocos íntimos, como sor Pascalina Lehnert, la religiosa gobernante del apartamento papal. Existe un vínculo sólido entre la vida de Eugenio Pacelli (nombre de pila de Pío XII) y la Virgen María. Desde niño era devoto y estaba inscrito en la Congregación de la Asunción, que tenía la capilla cerca de la Iglesia del Jesús. Una devoción que parece profética, ya que será precisamente él quien declaró este dogma mariano. Celebró su primera Misa como sacerdote el 3 de abril de 1899, en el altar del icono de María "Salus Populi Romani" en la capilla Borghese de la Basílica de Santa María la Mayor. Recibió la ordenación episcopal del Papa Benedicto XV en la capilla Sixtina el 13 de mayo de 1917, día de la primera aparición de la Virgen en Fátima". En 1940, en calidad de Pontífice, reconoció definitivamente las apariciones de Fátima, y en 1942 consagró el mundo entero al Corazón Inmaculado de María. Se encontró muchas veces con sor Lucía, la vidente de Fátima, y le ordenó que transcribiera los mensajes recibidos de la Virgen, convirtiéndose por tanto en el primer Vicario de Cristo en conocer aquello que durante años ha sido conocido como el tercer secreto, y que Juan Pablo II hizo publicar. El 1 de noviembre de 1950, tras haber consultado a los obispos de todo el mundo, unánimemente concordes -sólo seis respuestas sobre 1.181 manifestaban alguna reserva-, con la Bula Munificentissimus Deus,proclamó el dogma de la Asunción, como cumplimiento del dogma de la Inmaculada Concepción. El mismo Pío XII señaló que el mensaje de la Virgen en Fátima, era una de las mayores intervenciones de Dios por medio de la Madre de su Hijo en la historia del cristianismo desde la muerte de los apóstoles. De hecho, la Unión Soviética dejó de existir cuando los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, al final de una reunión, anunciaron formalmente su disolución. Y esto sucedió el 8 de diciembre de 1991, precisamente en la fecha de la fiesta de la Inmaculada Concepción, y resulta fácil ligarlo a la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María efectuado por el Papa Juan Pablo II y todos los obispos del mundo, el 25 de marzo de 1984. Asimismo, el signo definitivo que indicaba la derrota del comunismo ateo se produjo el día en que se quitó la bandera rosa que durante muchas décadas había sido izada en el Kremlin, y en su lugar se colocó la bandera nacional rusa. Esto ocurrió el 25 de diciembre de 1991, una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico católico, el Nacimiento de Jesús por medio de la Virgen María. En 1955, el papa Pío XII, instituye el día 31 de mayo como la celebración de “María Reina”, para clausurar este mes que es dedicado en su honor. Durante el concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, el papa Pablo VI, atribuyó solemnemente a María el título de “Mater Ecclesiae”: “Madre de Cristo, Madre de la Iglesia”. El Papa Pablo VI, en su encíclica Signum Magnum (1967), identificó a Nuestra Señora de Fátima como la representación bíblica de la “Mujer vestida de Sol” (Apocalipsis 12,1). El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Redemptoris Mater (1987), escribió “que las apariciones marianas significan que la Santísima Virgen se está trasladando, a través del tiempo y del espacio, en una peregrinación hacia la Segunda Venida de Cristo y la victoria final de María sobre Satanás. Este es el papel de ella ahora como fue predestinada desde el principio”. MARIA PARA LOS SANTOS Y MISTICOS AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. Según revelaciones particulares recibidas por varias santas y místicas, María desde su tierna infancia había pedido al Altísimo dos cosas: consagrarse con su virginidad y ser la sierva de la Madre del Mesías. A Santa Isabel de Hungría (s. XIII), le fue comunicado que desde el día que María se ofreció a Dios en el Templo, no cesó de pedir por la pronta venida del Rey de Israel. La beata Ana Catalina Emmerich (s. XIX), describe en una visión que la Niña María era de contextura delicada, de estatura media y con una cabellera rubia y ondulada; su inteligencia era muy superior a las demás niñas judías que vivían en el Templo. La Anunciación fue descrita también por la ya mencionada monja estigmatizada Ana Catalina Emmerich, quien vio a la virgen con un amplio vestido de lana y un velo coralino en la cabeza. María se encontraba arrodillada en profunda oración. En el momento de la Encarnación del Hijo de Dios Ella contaba con poco más de 14 años. A Teresa Neumann (s. XX) y Ana Catalina Emmerich, les fue revelado que tanto la concepción, el embarazo y el parto de la Virgen María ocurrieron sin dolor, por estar exenta del pecado original. Santa Gertrudis (s. XIV), una vez leyendo en La Escrituras que dice que Jesús es el “hijo primogénito” (Lucas 2,7), no alcanzaba a entender como es posible que si María no tuvo más hijo se utilizara este término. El Señor le reveló que “Jesucristo había sido primogénito según la carne, y los demás seres humanos según el espíritu” (Juan 1,12-13; Romanos 8,17; Efesio 1,5). Según la tradición antigua, autorizada por los patriarcas de Jerusalén, San Juan Damasceno (s. V), Nicéforo, patriarca de Constantinopla (s. VIII), y otros Padres de la Iglesia; la muerte de María no fue una muerte con dolor sino de amor de volver a ver a su amado Hijo. Esto ocurrió al parecer unos catorce años después de la ascensión del Señor a los cielos. Cuando los apóstoles la sepultaron cerca del Cenáculo no se encontraba Tomás, quien llegó tres días más tarde, al destapar nuevamente el sepulcro solo encontraron los paños con que había sido envuelto su cuerpo. La ya mencionada visionaria estigmatizada Teresa Neumann, agrega que el Tránsito de María ocurrió “un día sábado, en la mañana muy temprano, y la sepultaron avanzada la tarde”. Afirma San Pedro Damián, obispo de Ostia (s.XI), que una mujer difunta llamada Marozia, se apareció a una amiga suya, y le confesó que el día de la Asunción de la Virgen la sacó del purgatorio con todas las demás almas, cuyo número superaba al de todos los habitantes del pueblo romano. Igualmente, San Dionisio Cartujo (s. XV) dice que en la fiesta de su Natividad y de la Resurrección del Señor, baja la Madre de Dios acompañada de la celestial milicia, y saca muchas almas para llevarlas al cielo. San Juan Damasceno relata en una carta que Santa Pulcheria Augusta, emperatriz de Bizancio, a comienzos del siglo V, mandó a pedir al patriarca de Jerusalén, San Cirilo, el sudario con que fue envuelto el cuerpo de la Santísima Virgen para construirle una basílica. APUANTES SOBRE LA MADRE DE DIOS I. AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. El protoevangelio de Santiago, relata la historia de Joaquín y Ana, padres de la Virgen María. La madre de edad avanzada y estéril, obtuvo del Señor el nacimiento de su hija, a quien llevaron al Templo de Jerusalén a los tres años, en cumplimiento del voto que habían hecho. Tanto en el Talmud de Babilonia como el de Jerusalén aluden a María, la madre de Jesús, como hija de Joaquín: “Myriam bath Jehoakim”. Además se asegura que era descendiente de la familia de David por vía materna y paterna, y que el abuelo de Cristo era uno de los personajes más acaudalados e influyentes de la Jerusalén herodiana. Mientras que en otros aparte la tratan de manera insolente. El evangelio apócrifo de Pseudo Mateo narra que Joaquín perteneciente a la tribu de Judá “hacía tres partes de sus bienes, bien se tratara de las ovejas, o de los corderos, o de la lana, o de cualquier otra cosa que le pertenecía: la primera la distribuía entre las viudas, los huérfanos, los peregrinos y los pobres; la segunda era para las personas consagradas al culto de Dios; la tercera, finalmente, se la reservaba para sí y para su familia.” La tumba tradicional del santo matrimonio de Joaquín y Ana, fue descubierta en la Ciudad de Dios, en 1889. Los Padres de la Iglesia identificaban dos significados al nombre de María (o Miriam): a. San Jerónimo (s. V), la define como “Stilla Maris”, es decir, “gota de aquel mar”. Por un error de copista llegará a ser la célebre “Stella Maris”, (“Estrella del Mar”). b. San Pedro Crisólogo (s. V), obispo de Ravena, la relaciona como “Dómina” (“Señora”). En aquella época el nombre de Miriam (o Mariam), era llevado por una de cada tres mujeres judías. San Bernardo de Claravelle, llamado el “Doctor Mariano” (siglo XII), fue el primero en llamar a María como “Nuestra Señora”. El día sábado en la liturgia del tiempo ordinario ha sido dedicado a Nuestra Señora, ya que una antigua tradición afirma que en ese día de la semana, nació y murió. La Madre del Señor vino al mundo muy probablemente en Jerusalén, capital de Israel. San Joaquín, era descendiente de la familia de David. Santa Ana, era de la estirpe de Aarón. María pertenecía a la tribu de Judá. Su prima Santa Isabel estaba casada con Zacarías, sacerdote del Templo de la tribu de Leví (Lucas 1,5). Otro pariente mencionado en La Biblia era su cuñada María, esposa de Cleofás, llamada comúnmente como la hermana de la Madre de Jesús (Juan 19,25). En Jerusalén hay una iglesia edificada en el siglo V en las cercanías de la piscina probática, lugar en el cual la tradición sostenía que estaba ubicada la casa de Joaquín y Ana. Sobre sus ruinas, construyeron luego los cruzados la Basílica dedicada a Santa María, donde nació, hoy denominada de Santa Ana. Desde el mismo siglo V fue sitio de peregrinación. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma lo dicho anteriormente. Posteriormente, la arqueología ha respaldado el hallazgo. María, entró en el santuario de la Ciudad Santa para pasar los años de su infancia y de la adolescencia. Según el escritor judío Josefo, las mujeres de los sacerdotes o las viudas educaban aquí a algunas niñas en la oración, la piedad y el estudio de Las Escrituras. Había además mujeres que servían en este recinto sagrado (Éxodo 38,8; Jueces 11,28-40; 1 Samuel 2,22). O también, se encontraba el caso de la anciana y profetiza Ana, que permanecía en el templo “de noche y de día con ayunos y oraciones” (Lucas 2,37). El Protoevangelio de Santiago hace alusión a que la santa niña recibía alimento de las manos de un ángel. María vivió en el santuario sobre el monte Moria hasta los doce años de edad. Ya que según las reglas bíblicas de la pureza, con la llegada de la menstruación, lo contaminaría. En el momento de la anunciación María vivía en Nazaret de Galilea (Lucas 1,26-27). Tendría unos 14 años, una edad muy común para el matrimonio y la primera maternidad en Oriente. La palabra latina “Ave” con que el ángel Gabriel saluda a María, corresponde al vocablo griego Xaipe, que se traduce como “Alégrate”. El cuarto mandamiento de la ley de Dios exige: “Honrar a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20,12). La palabra “honrar” (en hebreo “kabodah”), también significa “glorificar”. Por lo tanto, Jesús glorificó a María. En la ciudad de Ain- Karen cerca de Jerusalén, se levanta la iglesia de “la Visitación” de María a su prima Isabel, allí también se ve una fuente de agua milagrosa, que según una antigua tradición brotó en el momento del encuentro de las dos santas mujeres (Lucas 1,39-40). En Nazaret se encuentran dos basílicas marianas: La iglesia griega de San Gabriel, que se levantó en el lugar donde María recibió el anuncio del cielo (Lucas 1,28). Esta pequeña gruta hacía parte de un lugar imprescindible en las casa de los hebreos: allí se retiraban a hacer oración. En el santuario existen dos columnas, dedicadas a la Virgen y al arcángel San Gabriel. La primera fue derribada por los musulmanes en busca de tesoros ocultos. Fue reconstruida por los frailes franciscanos. La iglesia de la Anunciación, se encuentra no lejos de la primera. Morada donde vivió la Madre del Señor antes de los esponsales. Es una gruta natural situada en una colina, que los apóstoles en el año 44 consagraron como templo y San Pedro celebró con la bendición del pan. Una nueva basílica fue construida en 1969, sobre la iglesia que levantaron en 1739 los franciscanos, en el mismo sitio del templo dejado por los cruzados. En noviembre de 1997, un grupo de arqueólogos israelíes que excavaban en la Katisma (El asiento, en griego), la mayor iglesia bizantina erigida en Palestina hacia el siglo V, descubrieron la roca en la que según la tradición cristiana descansó la Virgen María antes del nacimiento del Emmanuel. El templo como un monasterio vecino fueron edificados con las donaciones de una viuda, y se hallaba en medio del camino entre las antiguas rutas judías que conducían de Jerusalén a Belén y Hebrón de Cisjordania. Su forma octogonal inspiró al califa Abed el Melek en el siglo VII para construir en la Ciudad Santa la Mezquita de Omar o “Domo de la Roca”, por Omar el “príncipe de los creyentes islámicos”. La basílica de la Natividad en Belén fue construido por Santa Elena (s. IV), y reformado por el emperador Justiniano (s. VI). Durante la invasión de los persas la respetaron porque en el frontis vieron un mural que representa el desfile de los Magos de Oriente con gorros y vestidos propios de su cultura. Más adelante, cuando les tocó el turno a los musulmanes, no la tocaron por estar dedicada a la Madre del profeta Jesús, a quien ellos mismo veneran. En Belén se puede visitar la llamada “Gruta de la Leche”, donde según una piadosa leyenda la Virgen Santísima mientras amamantaba al Niño dejó caer una gotas de su leche, al instante las rocas se tornaron blancas y blandas. Desde entonces este lugar es objeto de veneración por los cristianos y musulmanes, sobre todo por las mujeres estériles o lactantes que le piden a la Madre de Jesús por estos dos favores. Cuentan los evangelios apócrifos que durante el viaje a Egipto de la Sagrada Familia, las palmeras se inclinaban para darles sombra y dejaban caer sus frutos, aparecían manantiales de agua fresca, las flores abrían sus pétalos, los leones y leopardos iban a postrarse a los pies del Divino Niño, y los ídolos se destruían a su paso. Una de los relatos más hermosos de la travesía de la Sagrada Familia en el desierto, es la relacionada con el “niño leproso”. Dice una leyenda piadosa que en el trayecto, un día al atardecer pidieron alojamiento en un campamento. Aquel sitio era una cueva de ladrones, pero la esposa del cabecilla, tuvo compasión de aquella joven y bella israelita con su hijo en brazos, y los hizo seguir a su tienda. Esta mujer tenía también un bebé cuya piel era blanca como la nieve, debido a la lepra que padecía. La Santísima Virgen pidió agua para lavar al Niño Dios. Después de esto, bañó con esta misma agua al “pequeño leprosito”, quien al instante quedó curado de su enfermedad. Los años pasaron, y aquel infante cuando se hizo hombre, siguiendo los mismos pasos de su padre, se convirtió en un peligroso delincuente. Un día el pueblo de Jerusalén lo vio en el monte Calvario clavado de una cruz al lado derecho de Jesús. En aquella hora de agonía, la gracia divina tocó el corazón de aquel criminal, quien al reconocer el peso de sus pecados, le dice al Salvador: “Acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. Jesús le contestó: “En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Cristo expiró, la lanza del soldado romano le atraviesa el corazón. Otro centurión le había quebrado las piernas al “buen ladrón”. Ya al morir tuvo la dicha de acompañar al Hijo de Dios a su reino celestial. Cerca del Cairo, donde José, María y el Niño permanecieron durante el exilio, se conserva un sicómoro llamado el “árbol de la Virgen”. Cuenta la tradición que la Sagrada Familia se refugiaba bajo su sombra del candente sol. Este árbol ha sido objeto de veneración no solo por las mujeres cristianas sino también por las mahometanas, que dejan atados al sicómoro pañuelos y cintas como gratitud de algún favor recibido de la Madre del profeta Jesús. En tanto que todas las fuentes de agua de la comarca son salobres, cerca del “árbol de la Virgen” brota un manantial de agua dulce que era utilizado por María. A dos kilómetros de Nazaret existe una capilla construida por los franciscanos de nombre “Santa María del Temblor”, que indica el lugar donde estaba la Madre del Señor, cuando los judíos lo intentaron tirar por un precipicio (Lucas 4,29). El padre Silverio explica que en el evangelio cuando Cristo estaba en la cruz no llama a Juan por su nombre, sino que le dice “hijo”; para dar a entender que el Salvador la dio por Madre a todos los que por la profesión de cristianos son discípulos suyos (Juan 19,26-27). El cenáculo y el monte Calvario, tenían para la Madre de Jesús una especial importancia hacia el final de su vida terrenal. APUANTES SOBRE LA MADRE DE DIOS II. AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. Más niñas han recibido el nombre de María que el de cualquier otra figura de la historia de la humanidad. Se calcula que todos los días se rezan dos billones de Avemarías. La invocación: “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores”, está en un breviario cartujo del siglo XIII. La conclusión: “Ahora y en la hora de nuestra muerte”, aparece en otros breviarios del siglo siguiente; lo cual no quiere decir que no se usase antes, sino que no se conserva testimonios escritos de lo mismo. Cada año varios santuarios marianos tienen gran cantidad de peregrinos, así por ejemplo: Fátima (Portugal) reúne a cinco millones de creyentes; la Madona Negra de Czestochowa (Polonia) atrae a otros cinco millones; la gruta de Lourdes (Francia) es visitado por unos seis millones de personas, muchas de ellas no cristianas, para beber sus aguas sanadoras. La basílica de Guadalupe (México), congrega a catorce millones de fieles. En Europa muchas representaciones marianas llamadas “Virgen Negra” (se cuentan 274 cuando menos), como la de Bolonia, Santa María la Mayor en Roma, y la ya mencionada en Czestochowa; tienen como punto de partida la mujer del Cantar de los Cantares (1,5), que se autodefine así: “Tengo la piel oscura pero soy graciosa”. En el Islam se menciona a Mariam (o María) con el título de “La Mujer Piadosa de la Palabra”. Ella junto con Fátima (la hija de Mahoma), son las dos mujeres más importantes para los musulmanes. María es presentada en el Corán, libro sagrado para los mahometanos, como: “La única mujer que no ha sido tocada por el Demonio”. Una mística musulmana, llamada Rabi’â, que vivió en el siglo VIII, recogiendo la tradición coránica “mariana”, declaraba: “Cuando el día de la resurrección seamos llamados, la primera en avanzar en la fila de las criaturas humanas será María, la madre de Jesús. ¡Paz para ella!”. En los primeros siglos del cristianismo la Santa Madona se manifiesta para animar en la fe al apóstol Santiago (El Mayor) en España y a los mártires; después sugiere la fundación de lugares de culto, iglesias, conventos y monasterios. En el siglo XVI interviene en México (Guadalupe) para impulsar el proceso de pacificación e integración entre los conquistadores españoles y la población azteca. En el transcurso de los siglos, Nuestra Señora ha estado junto a místicos y santos, acompañándolos en su caminar en la fe. Ya a partir del siglo XIX, a medida que los tiempos se hacen más peligrosos y el materialismo crece, las apariciones se hacen vez más frecuentes; y para algunos mariólogos señalan que “Así como Juan Bautista preparó el camino para la primera venida de Jesús, María lo hará para su segunda venida”. En el siglo XVI, Albania tenía como patrona a Nuestra Señora del Buen Consejo. En ese entonces la nación católica fue invadida por las tropas musulmanas. El día 25 de abril de 1467, en medio de la desolación, el cuadro de la Virgen salió del lugar donde había permanecido durante siglos en la ciudad de Scutari, y cruzando el mar Adriático se posó definitivamente en una pequeña iglesia en la ciudad italiana de Genazzano, cerca de Roma, donde se encuentra hasta hoy en un santuario de la Orden de San Agustín. Leopoldo, rey de Alemania, dijo un día públicamente que con el escapulario de la Virgen del Carmen había batido y derrotado a los turcos”. Igualmente, el católico Maximiliano, duque de Baviera, generalísimo del ejército del emperador Fernando II, con los principales oficiales, recibió el mismo escapulario que le impuso el P. Domingo de Jesús María, y para entrar en batalla de Praga su esposa mandó hacer miles de escapularios para se impusieran al ejército que iba a entrar en combate, del que salió victorioso, a pesar de la inferioridad numérica y desventajosa situación. En agosto de 1995, en San Petesburgo (Rusia), se celebró la reapertura de la catedral de Nuestra Señora de Kazan, convertida por Lenin y Stalin en el museo central del ateísmo científico durante la época de la ex Unión Soviética. En ese entonces al precioso cuadro se le colocó una leyenda que decía: “Icono de la Virgen de Kazan, un objeto de superstición popular”. Y encima una enorme placa de mármol con el escrito del astronauta Titov: “Estuve en el espacio largo rato y busqué a dios y no lo pude encontrar por ninguna parte”. Hoy en día el recinto sagrado ha vuelto a ser restaurado para el culto de la Iglesia Ortodoxa. En noviembre de 1996, un avión de carga de la compañía norteamericana Millon Air se estrelló contra el campanario de una iglesia de la ciudad portuaria de Manta (Ecuador); sin embargo, una imagen de bronce de tres metros de la Virgen “La Dolorosa” quedó intacta. En el año del jubileo del 2000, se presentó en Egipto un nuevo itinerario turístico que incluía seguir los pasos de la Sagrada Familia –de Belén al país de los faraones- para escapar de la ira del rey Herodes. La primera parada está al norte del Sinaí en la localidad de Al Farma, cuyos ídolos romanos quedaron destruidos al paso de la Santa Familia, y otra basílica –en la salida norte hacia el delta del Nilo -, donde Jesús hizo brotar una fuente de agua con la que calmó la sed de su familia, y curó a los enfermos. La segunda ruta está en la iglesia y monasterio de Santa María de Maadi, donde según la tradición fue este el lugar donde San José, María y el pequeño Jesús se embarcaron para abandonar la ciudad de Babilonia (antiguo Cairo). En este santuario se dice que en el año 1976 apareció flotando una antigua Biblia abierta en el capítulo de Isaías en el que dice: “y bendeciré a Egipto, mi pueblo”. Al secarse esta hoja se dibujo una figura que representaba a la Virgen Bendita, con el Niño en sus brazos, sentada sobre un burro del que tiraba San José. Este hecho, además de que la Biblia fue recuperada prácticamente intacta, fue considerado como una señal de Dios para levantar el santuario. Más al sur, a orillas del Nilo, aún se conserva el llamado árbol de Mataríyah (uno de los lugares más venerados por los cerca de ocho millones de cristianos coptos que viven en Egipto), en cuya sombra se sentó a descansar la Virgen María. Su destino final fue la actual ciudad de Asiut, en el centro del país, donde vivieron los casi tres años que duró su exilio. En diciembre de 2004, las olas avasalladoras del Tsunami asiático retrocedieron a sólo cien metros en la costa oriental en India, donde se levanta una basílica dedicada a María. El agua llegó a la entrada principal del santuario donde está colocada la imagen de Nuestra Señora de Vailankinni, y se retiró tras haber escalado los primeros peldaños que llevan a la puerta, donde se encontraban miles de fieles. No obstante, los edificios cercanos fueron destruidos. | |
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